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¿LEONES  DE LA CIBELES O LEÓN Y LEONA?

DELEGACIÓN DE VALLLADOLID – JUAN ANTONIO GARCÍA ORTEGA

¿LEONES  DE LA CIBELES O LEÓN Y LEONA?

(No se trata de una cuestión de género gramatical, sino de biología)

La diosa Afrodita enamorada del bello Adonis, que solo vivía para la caza, teme por la vida de su amado  y le previene de los ataques de las fieras, aconsejándole que no las provoque, porque ni su edad ni su belleza iban a impresionar a los animales salvajes a los que la naturaleza ha dotado de armas: lobos predadores, fuertes jabalíes o leones insaciables. 

Para convencerlo le cuenta esta leyenda:

Érase una  vez  una joven llamada Atalanta, de la que no se podía decir si sobresalía más por su belleza o  porque vencía a todos en la carrera.

Estando en edad de casarse  consultó al oráculo sobre su posible esposo.

La respuesta fue: “No te conviene un esposo, Atalanta; huye de los hombres, y aun así no conseguirás librarte y, aunque viva, estarás privada de ti misma.”.

De esta respuesta solo entendió que debía estar alejada de los hombres. Por ello se refugió en el bosque donde vivía soltera.

No obstante muchos pretendientes, atraídos por la fama de su  belleza, acudieron a solicitarla. A cada uno le sometía a una condición: “Para poseerme deberás vencerme en la carrera, pero si te venzo morirás”

(Aborrecía a los hombres

 con tan notabilísima fuerza

y hablaba de ellos tan mal 

como si bien los quisiera)

No es este el único caso en que hay que superar unas pruebas para conseguir la mano de la amada. También lo encontramos en la opera Turandot.

Habían muerto numerosos pretendientes, cuando llegó al bosque el joven Hipómenes, quien sentándose como espectador, al  conocer las reglas de la carrera, comentó: “Cómo se puede buscar esposa con tanto riesgo”, y criticó los amores de los jóvenes.

Pero cuando vio el rostro de Atalanta y su cuerpo despojado de la ropa, quedó asombrado y dijo: “Perdonad vosotros a quienes acabo de censurar, no sabía yo cual era el premio”. 

Al alabarla se va inflamando interiormente y teme a sus rivales y desea que ninguno la venza.

“ Por qué no voy a intentarlo yo” se dice, “los dioses ayudan a los audac

y mientras discurría estos pensamientos consigo mismo observa cómo la joven, al correr, aún parece más hermosa. Terminada la carrera, es coronada Atalanta como vencedora.  

Entonces se le acerca Hipómenes y le dice: “¿Por qué buscas una gloria fácil venciendo a unos jóvenes débiles?” “Midete conmigo. Soy nieto de Poseidón,  el dios de las aguas. Si te venzo  no será un  desdoro para tí, y si vences obtendrás el título de gloria de haber vencido  a Hipómenes”.

Mientras Atalanta le escuchaba fue enamorándose de él y no sabe si prefiere ser vencida o ganar.

Si le ganaba la victoria sería amarga, pues era el único pretendiente del que se sentía enamorada; si perdía el matrimonio sería desdichado, según la profecía del oráculo.

El gentío, e incluso el padre de Atalanta reclamaban la  acostumbrada carrera.

Hipómenes pidió ayuda a Afrodita, la diosa del amor, para que pudiera vencer a la joven y le prometió rendirle culto y llevarle incienso a sus altares.

La diosa escucho la plegaria, se presentó ante él e, invisible para los demás, le dijo estas palabras: 

“ Toma aquestas tres manzanas

de oro macizo, que pesan, 

según la ley del contraste 

catorce libras y media,

y empezando a correr

(si es que ventaja te lleva)

vele arrojando manzanas

porque a cogerlas se detenga.

Y creo que ha de pararse,

porque en Madrid las más bellas

a tomar dulces, que es menos,

se paran en la  carrera

Dos bonitos cuadros del Museo del Prado nos muestran esta escena, una del italiano Guido Reni y otra de Jacob Peter Gowy.

En el lienzo de Guido Reni parece representarse un paso de danza clásica con elegantes poses de los dos contendientes y con las telas ondeando que  crean la impresión de movimiento. El momento del mito elegido por el pintor permite un desnudo masculino y otro femenino. El gesto de las manos  de Hipómenes quiere significar “No te precipites, tengo que ser yo el primero en la meta”,y realmente así fue cómo Hipómenes se proclamó  vencedor, (es  el instante escogido en el cuadro de Jacob Peter Gowy)  y reclamó para sí  el preciado premio de la carrera. Pero con la euforia de la victoria olvidó la promesa de rendir culto a la diosa Afrodita y de quemar incienso en su honor. 

La diosa, dolida por el desprecio, decidió castigarle y así lo hizo dándole un escarmiento.

Un día los amantes, recordando el momento de conocerse, haciendo sus correrías por el bosque, se acercaron a un  templo dedicado a la diosa Cibeles.

Al pasar por la entrada, un deseo irrefrenable, suscitado por la diosa del amor, de yacer con su mujer invadió a Hipómenes.

El acto amoroso profanó el santuario. Las imágenes que allí había apartaron su mirada. Solo Cibeles fue testigo del acto y en principio pensó enviarlos al Hades, pero, pareciéndole liviano el castigo, decidió  transformarlos: unos cabellos azafranados cubren sus cuellos, manos y pies se tornan en afiladas garras, el semblante tiene cólera, en vez de palabras emiten rugidos.

“La diosa de esto indignada

(Así Ovidio nos lo cuenta)

los convirtió en dos leones

que serían macho y hembra

y les impuso la tarea de tirar siempre de su carro.

Si Atalanta, convertida en leona,  hubiera conservado la consciencia humana, habría comprendido el oráculo : “aún viva, estarás privada de ti misma”.

Otra versión del mito dice que la transformación fue de convertirlos en leones del mismo sexo, pues en la antigua Grecia había la creencia de que los leones no se apareaban entre sí, sino con hembras de leopardo. Pensaban que no existían leonas, y así lo transmite Plinio.

Esta idea ha contribuido, seguramente, a que en las representaciones iconográficas aparezcan los dos felinos con melena, es el caso del monumento de la diosa Cibeles en Madrid, otra obra de F. Gutiérrez la diosa, y de Robert Michel los leones.

De todos modos parece que leonas con melena haberlas haylas. Algún documental televisivo lo ha puesto de manifiesto.

De este mito se extrae la moraleja de  no olvidar a quien presta su ayuda.

Así lo dice el poeta:

                        “De aquí, lector, se infiere

                           una doctrina muy buena

                           y es que siempre importa mucho

                           regalar al que interceda”.                                                                       

Fuentes: Ovidio: Metamorfosis  ; Ruiz Elvira: Mitología; Cossio: Fábulas; Higinio: Fábulas ,; C. Sánchez Antología.


 

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Atalanta e Hipómenes en plena carrera de Guido Reni

 

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Hipómenes llegando a la meta de: Jacob Peter Gowy

 

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Afrodita convierte a Atalanta en leona: Mosaico  de Pella

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Diosa Cibeles

 

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Leones de la Cibeles: cabeza con melena

 

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