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LAS ESTRELLAS CON LAS QUE SE ENTRETUVO SANCHO PANZA

Delegación de Valladolid – Juan Antonio García Ortega

LAS ESTRELLAS CON LAS QUE SE ENTRETUVO SANCHO PANZA 

Tres miradas al cielo: Letras, Astronomía y Mitología.

Letras:

En el capítulo 41 de la segunda parte  del Quijote se dice que, cuando terminó la  aventura sobre Clavileño, preguntó la duquesa a Sancho que cómo le había ido en aquel largo viaje.

A lo cual Sancho  respondió:

…..…–Y sucedió que íbamos de camino por donde están las siete cabrillas; y en Dios y en mi ánima que, como yo en mi niñez fui en mi tierra cabrerizo, que así como las vi, ¡me dio  una gana de entretenerme con ellas un rato…! Y si no le cumpliera me parece que reventara. Vengo, pues, y tomo y ¿qué hago? Sin decir nada a nadie, ni a mi señor tampoco, bonita y pasitamente me apeé de Clavileño, y me entretuve con las cabrillas, que son como unos alhelíes y como unas flores, casi tres cuartos de hora, y Clavileño no se movió de un lugar, ni pasó adelante.

–Y en tanto que el buen Sancho se entretenía con las cabras –preguntó el duque-, ¿en qué se entretenía el señor don Quijote?

  A lo que don Quijote respondió:

      –Como todas estas cosas y estos tales sucesos van fuera del orden natural, no es mucho que Sancho diga lo que dice, o Sancho miente o Sancho sueña.

–Ni miento ni sueño –respondió Sancho–: si no, pregúnteme las señas de las tales cabras, y por ellas verán si digo verdad o no.

–Dígalas, pues, Sancho –dijo la duquesa.

–Son –respondió Sancho– las dos verdes, las dos encarnadas, las dos azules y una de mezcla.

 –Nueva manera de cabras es ésa –dijo el duque–, y por esta nuestra región del suelo no se usan tales colores, digo, cabras de tales colores.

–Bien claro está eso –dijo Sancho–, sí, que diferencia ha de haber de las cabras del cielo a las del suelo.

–Decidme, Sancho –pregunto el Duque–: ¿vistes allá entre las cabras algún cabrón?. 

–No, señor –respondió Sancho–, pero oí decir que ninguno pasaba de los cuernos de la luna.

 Tras este “zasca” de Sancho no quisieron preguntarle más.

Astronomía: 

Las cabrillas  con las que se entretuvo Sancho casi tres cuartos de hora forman la constelación, conocida desde la antigüedad, como las Pléyades.

Estuvo Sancho muy acertado cuando las comparó con alelíes y flores, porque, vistas con prismáticos son una imagen maravillosa, un grupo de estrellas precioso en forma de carro. Tienen  color azul luminoso.

A simple vista se aprecian seis o siete, según la agudeza visual del observador. Hay quien cuenta hasta nueve en una noche despejada, sin luna y sin contaminación lumínica.

Su localización en el firmamento es fácil en las noches de invierno a partir de la constelación de Orión, la más espectacular del hemisferio norte.

Si trazamos una línea casi recta desde el llamado “cinturón de Orión” hasta la estrella Aldebarán (el ojo de Tauro) y la prolongamos un poco llegamos a las Híades, y avanzando algo más alcanzamos las Pléyades.

Según los astrónomos, las Pléyades  forman un cúmulo abierto que contiene unas 3.000 estrellas, distan de la tierra unos 400 años luz y se encuentran, por supuesto, dentro de nuestra galaxia La Vía Láctea.

 

Mitología:

Desde muy antiguo las Pléyades han llamado la atención de los hombres. Hesiodo, en “los Trabajos y los Días” recomienda comenzar la siega cuando nazcan las Pléyades (principios del verano antes de la salida del sol) y la siembra cuando se pongan (otoño).

Eratóstenes, autor de “Catasterismos”, dice que eran hijas de Atlas y de Pléyone, En una ocasión el gigante cazador Orión se enamoró de ellas y las persiguió durante cinco años. Compadecido Zeus, las elevó a los cielos para que  escaparan  del acoso de Orión, quien, también  catasterizado, las sigue persiguiendo por el firmamento, aunque nunca las podrá dar alcance.

Tres de las Pléyades, Electra, Taijete y Maya, se unieron a Zeus. A Maya la escogió por ser la más hermosa. De su unión nació Hermes (Mercurio), el único dios hijo de las Pléyades.

Otras dos se unieron  a Poseidón (Neptuno), Alecione y Celenio; y Estérope se unió a Ares (Marte).

Estas seis Pléyades unidas a dioses son las que se muestran visibles. En cambio Mérope apenas es visible porque se unió a un mortal, Sísifo, considerado el más astuto de los hombres y que fue condenado por Zeus a un suplicio eterno: Subir un peñasco hasta la cima de un monte: peñasco que rodaba hasta abajo tan pronto como alcanzaba la cima.

Ovidio, en los “Fastos”, da una versión más poética de por qué solo son visibles seis de las siete Pléyades: una de ellas, Electra, se tapó los ojos para no ver el incendio que destruyó a Troya; pues Electra era madre de Dárdano, uno de los fundadores de la dinastía real de esta ciudad. 

Los que cuentan hasta nueve Pléyades, claramente visibles con prismáticos, incluyen entre ellas a los padres, Atlas y Pléyone.

 

Resultado de imagen de el viaje de clavileño

 

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Localización de las Pléyades

 

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Las Pléyades

 

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Las Pléyades: gráfico

 

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