LAS EDADES DEL HOMBRE - MONS DEI
DELEGACIÓN DE VALLADOLID – JUAN ANTONIO GARCÍA ORTEGA
LAS EDADES DEL HOMBRE - MONS DEI
(AGUILAR DE CAMPOO)
La XXIII edición de las Edades del Hombre intenta mostrar el significado de la montaña en la tradición cristiana.
La montaña supone una llanura sobre la que se levanta. El lugar elegido para la exposición contiene en su propio nombre estos dos elementos: la cumbre donde vuela el águila (Aguilar) y la zona por la que se extiende, lugar de campo (Campoo).
Las dos sedes de la muestra, la iglesia de Santa Cecilia, en la altura de la ladera, y la colegiata de San Miguel, en la plaza de la villa, nos indican la experiencia de la montaña.
La exposición se desarrolla en siete capítulos.
CAPÍTULO I.- LEVANTO MIS OJOS A LOS MONTES (SAL. 120, v.1)
La montaña ha sido para las grandes religiones de la tierra lugar sagrado de búsqueda y encuentro con la divinidad.
Integran este capítulo 25 obras, de técnicas y estilos diferentes, dedicadas a la montaña como uno de los elementos más bellos de la naturaleza.
La montaña simboliza la grandeza y la fortaleza de la divinidad, en la que cada uno de nosotros, diminuto hombrecillo, puede refugiarse. Así lo plasma Menéndez Morán en el cuadro “Hombre y Montaña (1992).
La importancia de la montaña en las grandes religiones la representan varias obras: del hinduismo hay dos pinturas de Shiva. Del budismo se exponen unos satras o enseñanzas de Buda. Un ejemplar del Corán hace referencia en la sura 52 al monte Sinaí. De la mitología griega destaca el Olimpo, sede de las asambleas de los dioses.
Para la religión bíblica las montañas no son dioses sino creación de Dios y, como todas las criaturas, están llamadas a alabarle y bendecirle.
CAPITULO II.- DEL SINAÍ AL SANTUARIO (SALMO 67, v.18)
Se describe la historia de Israel como una solemne procesión desde el valle de la esclavitud, pasando por el Sinaí, hasta el monte Sión.
En 16 imágenes se nos presentan los principales episodios que le ocurrieron al pueblo hebreo y que se desarrollan en contacto con la montaña.
El relato comienza con la montaña artificial de Babel que se convierte en la montaña del desencuentro. En un óleo del siglo XVI vemos cómo Dios somete a prueba la fe de Abrahán, pidiéndole el sacrificio de Isaac en el monte Moria, y el conocido desenlace.
En el monte Horeb o Sinaí Móises recibe tres manifestaciones del Señor: la zarza ardiendo sin consumirse, el agua abundante que mana de la roca al ser golpeada y la entrega de las Tablas de la Ley. Cuando Moisés desciende del Sinaí observa a su pueblo arrodillado ante el becerro de oro. La idolatría es la gran tentación del hombre, hacer un dios a su imagen.
El capítulo concluye con la procesión solemne del pueblo de Israel al templo santo de Dios en el monte Sinaí. El monte del Señor (mons domini) se convierte en casa de Dios (domus Dei), donde acudirán las tribus para presentarle sus oraciones y ofrecerle sacrificios. El salmo 121, v. 1-2 resume la festividad:
“Que alegría cuando me dijeron
Vamos a la casa del Señor,
Ya están pisando nuestros pies
Tus umbrales, Jerusalén.”
CAPÍTULO III.- LA NUBECILLA DEL CARMELO
Al monte Carmelo va unida espiritualmente la figura del profeta Elías. Tres cuadros hacen referencia a él. En uno de A. Paredes se plasma su enfrentamiento con los profetas de Baal.
En otra pintura de Gil de Mena se le representa en el desierto, confortado por un ángel del Señor.
En el tercer óleo Elías sube al Carmelo y divisa una nubecilla que sale del mar. La tradición cristiana aprecia en esa nubecilla una prefiguración de la Inmaculada. En los tres cuadros Elías está vestido con el hábito carmelita. Pues esta orden religiosa tendrá como referente a este profeta. La vinculación de la Virgen María con el Carmelo se aprecia en el cuadro de J. de Rozas entregando el escapulario a Simón Stock.
Cuatro imágenes dela Virgen con el Niño, todas anónimas del S.XIII, veneradas en la montaña palentina, cierran este apartado
CAPITULO IV.- CRISTO, EL MONTE DE SALVACIÓN
Este capítulo comienza con dos representaciones anónimas del Buen Pastor, motivo iconográfico muy querido por la tradición cristiana.
Uno de los primeros montes relacionados con la vida de Jesús , tras el bautismo en el Jordán, es el de las tentaciones.A esta escena alude el cuadro T. Peñasco.
Sobre un monte se sitúa también el “Sermón de la Montaña”. El cuadro del pintor Guzmán Capel representa este motivo, teniendo como horizonte el paisaje y la montaña palentina.
La transfiguración en el monte Tabor la contemplamos el en el grupo escultórico de P. Cuadra.
En el huerto de Getsemaní sitúan los evangelistas la agonía de Jesús tras la última Cena, J. de Juanes lo representa arrodillado, con túnica sacerdotal, suplicando al Padre que aparte de él el cáliz de la pasión.
Para el evangelista San Juan la exaltación de Cristo se realiza en la cruz: la cruz es el monte donde Jesús es elevado. Cinco imágenes de épocas y estilos distintos expresan este misterio. Un óleo anónimo de S. XVII muestra la lanzada, indicando que el Crucificado es la nueva roca de Horeb, de la que mana agua y sangre, símbolos del Bautismo y de la Eucaristía, que comunican la salvación
La última referencia a la montaña es la Ascensión de Jesús en el monte de los Olivos. Por la Ascensión el que bajo del cielo para buscarnos sube a la cumbre de los cielos para prepararnos la morada junto al Padre.
CAPÍTULO V.- UNA CIUDAD PUESTA EN LO ALTO DEL MONTE
La Iglesia nace de la Pascua de Jesús consumada en Pentecostés. El óleo del S.XVI atribuido a J. de Blancas plasma el momento de la aparición del Espíritu: “De repente se produjo desde el cielo un viento impetuoso…”
L. de Ávila en un óleo del S. XVI representa a Juan, Pedro y Santiago los discípulos que fueron testigos en el Tabor y en el monte de los Olivos.
Una de las notas de la Iglesia es ser Apostólica porque tiene su origen en estos testigos y nos transmite la enseñanza recibida de ellos.
El capítulo termina indicándonos la misión de la Iglesia como ciudad puesta sobre un monte: el anuncio de la palabra.
Cuatro esculturas del S. XVI nos muestran a los cuatro evangelistas en el acto de poner por escrito un único Evangelio, transmitido por ellos en cuádruple forma. Este Evangelio ha de ser anunciado por la Iglesia. Así lo simboliza el púlpito del S. XVI en madera de nogal.
CAPÍTULO VI.- LA SUBIDA AL MONTE DE PERFECCIÓN.
La vida cristiana es un camino de perfección. Y si la vida de Jesús ha sido una subida de monte en monte, también ha de ser las del cristiano.
El capítulo comienza con un óleo del siglo XVII en el que se plasma una “alegoría de los caminos de la salvación y de la perdición”. La estructura muestra cómo el hombre ha de elegir entre dos caminos. El camino de la vida es un ascenso árduo, lento y costoso. Por eso la escalera ha sido el símbolo en la espiritualidad.
La muestra nos ofrece cuatro óleos con cuatro variantes de este simbolismo: la escalera de A. Galván, la escalera de Jacob, la escala celeste y Jacob en su sueño. En ellas se nos invita a subir.
Entre los que han intentado la subida destaca San Juan dela Cruz. Su primera obra escrita fue “Subida al monte Carmelo” en ella indica el modo de alcanzar la cumbre del Monte, que es la unión del alma con Dios.
En un ideograma del S. XCII Diego Astor ofrece el mapa de la subida al Monte de perfección. Hay tres caminos:
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a) El camino del espíritu cerrado que consiste en la búsqueda de los bienes de la tierra, olvidándose de Dios.
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b) El camino del espíritu imperfecto que busca los bienes espirituales pero no de Dios y por Dios mismo.
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c) El camino estrecho pero recto es el único que sube al monte de la perfección.
CAPÍTULO VII.- PREPARA EL SEÑOR PARA TODOS LOS PUEBLOS EN ESTE MONTE UN FESTIN.
Toda montaña, también la de Dios, se recorre en dos direcciones, hacia arriba y hacia abajo, y ambas se unen en la cima. Los santos a los largo de la historia y de muy diversos modos han realizado esta experiencia: subiendo primero a la cima de la unión purificadora con Cristo en la oración, para bajar después llevando la luz salvadora de su Amor a los hombres, sus hermanos.
La exposición nos presenta a algunos de ellos vinculados de una u otra forma la montaña: San Jerónimo, Santa Catalina, San Benito Abad, San Bernardo San Francisco de Asís, Santo Domingo, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús.
Estos santos se han acercado al Monte de Dios, y se han nutrido del banque festivo por él preparado.
DESPEDIDA
Nos despiden y nos alientan a recorrer este camino María Asunta al cielo y su Hijo Salvador. En la tabla de Berruguete el Salvador, vencedor de la muerte con su resurrección, nos mira y nos da la bendición. Solo cabe implorarla con la leyenda del cuadro.
“ Salvator mundi, miserere nobis. Amén”
Esta reseña es un intento de resumir la guía oficial de la exposición debida al Rector del Seminario de Ávila, Don Gaspar Hernández.
Además de las Edades del Hombre, la excursión que Marisa, nuestra vocal de cultura, nos organizó para este16 de junio, contaba con dos visitas muy interesantes:
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La iglesia se San Martín de Frómista, considerada una de las obras cumbres del románico en el mundo.
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La iglesia rupestre de los Santos Justo y Pastor en Olleros del Pisuerga, que tiene una particularidad especial, en el solsticio de verano, al ponerse el sol, un rayo de luz ilumina el altar
Hombre y montaña – Fco. Menendez Moran (Capt. 1º)
Camino del sacrificio de Isaac – Taller de Pedro de Oriente (Capt. 2º)
Visión de la nubecilla (Capt.3º)
El sermón de la montaña –Antonio Guzmán Capel (Capt. 4ª)
Los cuatro evangelistas (Capt. 5º)
San Juan de la Cruz – Venancio Blanco (Capt. 6º)
Trasverberación de Santa Teresa – Anónimo Napolitano (Capt.7º)
El Salvador Bendiciendo – Alonso Berruguete - final
Iglesia de San Martín, Frómista (Palencia)