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Noticias y actividades

HÉCTOR, UN PERSONAJE CABAL

DELEGACIÓN DE VALLADOLID – JUAN ANTONIO GARCÍA ORTEGA

HÉCTOR, UN PERSONAJE CABAL

Una orden del Ministerio de Educación, en los años sesenta del siglo pasado, establecía el plan de estudios para los alumnos del curso preuniversitario de letras.

En este plan se fijaba que los autores clásicos objeto de estudio fueran Homero en griego y Virgilio en latín.

La decisión fue tan acertada y aceptada que, por demanda del sector docente, el plan hubo de prorrogarse un cuatrienio más.

Esto permitió a numerosos estudiantes introducirse en el mundo clásico y empaparse de las principales obras de la literatura griega y latina, esto es, la Ilíada, la Odisea y la Eneida.

Un héroe excepcional de la Ilíada es Héctor, el personaje preferido por el autor de la epopeya.

La mayoría de los lectores le toman un afecto especial a este héroe, hasta tal punto que más de un hijo de aquellos alumnos de los años sesenta lleva el nombre de Héctor.

Héctor es el personaje más veces citado en la Ilíada, incluso más que Aquiles, a pesar de ser este el protagonista de la obra.

Salvo en el canto veintiuno, es citado en los veintitrés restantes. En total 444 veces aparece el nombre de Héctor. Únicamente Zeus, el padre  de los dioses, le supera con 448 citas.

Los epítetos más frecuentes que se aplican repetidamente a Héctor son los siguientes: el de refulgente yelmo, ilustre, esclarecido, divino, matador de guerreros, domador de caballos, fuerte, caro a Zeus, comparable a Zeus en prudencia, intrépido, parecido a Ares, bueno por el grito de guerra, magnánimo, el de yelmo tornasolado, nube de la guerra.

La Ilíada comienza mencionando al protagonista “Canta, o diosa, la cólera de Aquiles, el hijo de Peleo”, pero el último verso de la obra lo dedica el poeta a su personaje favorito “Así los troyanos celebraban las exequias de Héctor, domador de caballos”.

La etimología del nombre de Héctor parece significar baluarte, pilar, defensa de la ciudad.

Homero ha sabido caracterizar a este héroe con las mejores cualidades. A través de la obra va perfilando su semblanza como hermano, cuñado, querido de los dioses, guerrero, hijo, y sobre todo  como esposo y padre.

Las siguientes citas, todas de la Ilíada, nos dan una muestra de estos aspectos:

HERMANO.- Héctor asume la responsabilidad de la defensa de la ciudad y reprocha a Paris su indolencia: “Miserable Paris, el de más hermosa figura, mujeriego, seductor. Ojalá no te encontraras en el número de los nacidos. Yo así lo quisiera y te valdría más que ser la vergüenza y el oprobio de los tuyos” (IV, 30).

En cambio acepta los consejos de Heleno cuando le indica que se dirija a la ciudad y le diga a su madre que vaya a orar al templo de Atenea (VI, 86…), o cuando le sugiere que suspenda la batalla y rete al más valiente de los aqueos. (VII, 48…) 

CUÑADO.- En el funeral  de Héctor, Helena se lamenta con estas palabras “Héctor el cuñado más querido de mi corazón. Jamás he oído de tu boca una palabra ofensiva o grosera. Con el corazón afligido lloro a la vez por ti y por mí, desgraciada; pues ya no habrá en la vasta Troya quien me sea benévolo ni amigo” (XXIV, 762…)

QUERIDO DE LOS DIOSES.- Cuando Zeus contempla a Aquiles persiguiendo a Héctor, dice: “Mi corazón se compadece de Héctor que tantos muslos de buey ha quemado en mi obsequio. Ea deliberad, oh dioses, y decidid sí lo salvaremos de la muerte” (XXII, 169…)

Tras su muerte, Zeus reconoce que “Héctor era para los dioses y para mí el más querido de cuantos mortales viven en Ilión” (XIV, 67…).

Y en el canto XXIV, 411… Hermes le dice a Príamo cómo el cuerpo de Héctor se encuentra fresco a pesar de llevar doce días muerto, pues los bienaventurados dioses cuidan de tu buen hijo, aun después de muerto, porque era muy caro en su corazón.

GUERRERO.- El poeta destaca su valentía, su prudencia y su generosidad.

Los mismos enemigos se estremecían cuando atacaba (V, 596…) o reconocían su valentía y hazañas como cuando Agamenón dice “Jamás he visto ni odio decir que un hombre ejecutó en un solo día tantas proezas como ha hecho Héctor, caro a Zeus”. (X, 45…). 

“Los argivos encerrabanse en el cerco de las cóncavas naves por miedo a Héctor, cuya valentía les causaba la derrota, y este parecía un torbellino” (XII, 57…).

La prudencia se aprecia cuando sigue las sugerencias de su excelente consejero Polidamante, nacido la misma noche que Héctor ( XVII, 249…):

“No acercar los carros al foso de los aqueos” (XVII, 61).

“Llama a los más valientes caudillos para deliberar si nos conviene  arrojarnos sobre las naves de muchos  bancos, por si un  dios  nos da la victoira, o alejarnos de ellas antes de que seamos heridos ( XIII, 740).”

Un detalle de su generosidad lo vemos en el intercambio de regalos con el aqueo Ayas. Héctor le regala la espada y Ayas le compensa con un cinturón o tahalí. Ambos regalos resultarán fatales para los dos héroes, pues Ayas se suicidará con esa espada, y Héctor será arrastrado con correas atadas a su cinturón.  

HIJO.- En la muerte de Héctor dice su padre Príamo: “No  me lamento tanto por otros hijos muertos como por uno cuya pérdida me causa un  vivo dolor que me precipitará en el Hades, por Héctor que hubiera debido morir en mis brazos” ( XXII, 424…).

Por su parte su madre Hécuba se lamenta: “Día y noche eras en la ciudad motivo de orgullo para mí y baluarte de todos los troyanos, que te saludaban como a un dios. Vivo constituías una inmensa gloria para ellos” (XXII, 438…).

“Héctor el hijo más amado de mi corazón” (XXIV, 748).

ESPOSO Y PADRE.- Es el aspecto más humano de las cualidades del héroe  troyano 

El relato que hace Homero de la despedida de Héctor de su esposa Andrómaca y de su hijo Astianacte, cuando marcha de nuevo al combate, es una de las páginas más emotivas y enternecedoras de la literatura universal.

Merece la pena leerlo en la traducción de L.Segala y Estadella ( VI, 392…), de quien se ha tomado la versión de todas las citas:

Héctor, saliendo presuroso de la casa, desanduvo el camino por las bien trazadas calles. Tan luego como, después de travesar la gran ciudad, llegó a las puertas Esceas –por allí había de salir al campo-, corrió a su encuentro su rica esposa Andrómaca. Acompañábale una sirvienta llevando en brazos al tierno infante, al Hectórida amado, parecido a una hermosa estrella, a quien su padre llamaba Escamandrio y los demás Astianacte, porque sólo por Héctor se salvaba Ilión. Vio el héroe al niño y sonrió silenciosamente. Andrómaca, llorosa, se detuvo a su lado, y asiéndolo de la mano le dijo:

ANDRÓMACA.- ¡Desgraciado! Tu valor te perderá. No te apiadas del tierno infante ni de mí, infortunada, que pronto seré tu viuda; pues los aqueos te acometerán todos a una y acabarán contigo. Preferible sería que, al perderte, la tierra me tragara porque si mueres no habrá consuelo para mí, sino pesares; que ya no tengo padre ni venerable madre. A mi padre matóle el divino Aquileo cuando tomó la populosa ciudad de los cilicios, Tebas, la de altas puertas. Mis siete hermanos, que habitaban en el palacio, descendieron al Hades el mismo día; pues a todos los mató el divino Aquileo, el de los pies ligeros. A mi madre, Ártemis que se complace en tirar flechas, hirióla en el palacio de mi padre. Héctor, tú eres ahora mi padre, mi venerable madre y mi hermano; tú, mi floreciente esposo. Pues, ea, sé compasivo, quédate aquí en la torre -¡no hagas a un niño huérfano y a una mujer viuda!- y pon el ejército junto al cabrahígo, que por allí la  ciudad es accesible y el muro más fácil de escalar.

Contestóle el gran Héctor, el de tremolante casco:

HÉCTOR.- Todo  esto me da cuidado, mujer, pero mucho me sonrojaría ante los troyanos y las troyanas de rozagantes peplos, si como un cobarde huyera del combate; y tampoco mi corazón me incita a ello, que siempre supe ser valiente y pelear en primera fila entre los teucros, manteniendo la inmensa gloria de mi padre y de mí mismo. Bien lo conoce mi inteligencia y lo presiente mi corazón: día vendrá en que perezcan la sagrada Ilión, Príamo y el pueblo de Príamo, armado con lanzas de fresno. Pero la futura desgracia de los troyanos, de la misma Hécabe, del rey Príamo y de muchos de mis valientes hermanos que caerán en el polvo a manos de los enemigos, no me importa tanto como la que  padecerás tú cuando alguno de los aqueos, de broncíneas corazas, se te lleve llorosa, privándote de libertad, y luego tejas tela en Argos, a las órdenes de otra mujer, o vayas por agua a la fuente Meseída o Hiperea, muy contrariada porque la dura necesidad pesará sobre ti. Y quizás alguien exclame, al verte derramar lágrimas: “Ésta fue la esposa de Héctor, el guerrero que más se señalaba entre los teucros, domadores de caballos, cuando en torno de Ilión peleaban”. Así dirán, y sentirás un nuevo pesar al verte sin el hombre que pudiera librarte de la esclavitud. Pero ojalá un montón de tierra cubra mi cadáver, antes que oiga tus clamores o presencie tu rapto. 

Así diciendo, el esclarecido Héctor tendió los brazos a su hijo, y éste se recostó, gritando, en el seno de la nodriza de bella cintura, por el terror que el aspecto de su padre le causaba: dábanle miedo el bronce y el terrible penacho de crines de caballo, que veía ondear en lo alto del yelmo. Héctor se apresuró a dejar el refulgente casco en el suelo, besó y meció en sus manos al hijo amado, y rogó así a Zeus y los demás dioses:

HÉCTOR.- ¡Zeus y demás dioses! Concededme que este hijo mío sea, como yo, ilustre ante los teucros e igualmente esforzado; que reine poderosamente en Ilión; que digan de él cuando vuelva de la batalla: “Es mucho más valiente que su padre!”; y que, cargado de cruentos despojos del enemigo a quien haya muerto, regocije el alma de su madre.

Eso dicho, puso el niño en brazos de la esposa amada, que al recibirlo en el perfumado seno sonreía con el rostro todavía bañado en lágrimas. Notólo el esposo y, compadecido, acaricióla con la mano y le dijo:

HÉCTOR.- ¡Desdichada! No en demasía tu corazón se acongoje, que nadie me enviará al Hades antes de lo dispuesto por el destino; y de su suerte ningún hombre, sea cobarde o valiente, puede librarse una vez nacido. Vuelve a casa, ocúpate en las labores del telar y la rueca, y ordena a las esclavas que se apliquen al trabajo; de la guerra nos cuidaremos cuantos varones nacimos en Ilión, y yo el primero.

Dichas estas palabras, el preclaro Héctor se puso el yelmo adornado con crines de caballo, y la esposa amada regresó a su casa, volviendo la cabeza de cuando en cuando y vertiendo copiosas lágrimas.

 

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AQUILES MATA A HÉCTOR BAJO LA ATENTA MIRADA DE ATENEA – RUBENS

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DESPEDIDA DE HÉCTOR Y ANDRÓMACA 

 

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PRIAMO RUEGA A AQUILES


 

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FUINERAL DE HÉCTOR – RELIEVE PARTE PRINCIPAL DE UN SARCÓFAGO – MUSEO DEL LOUVRE

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