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EN LAS PLAYAS DEL SUR

Algo tiene el Sur que cautiva… Y esto pasa en casi todos los países que yo conozco, en Europa y en América. Los habitantes del sur siempre son más simpáticos, mas risueños, más divertidos; saben disfrutar de los pequeños, y no tan pequeños, placeres que nos regala la vida; saborear un postre, deleitarse con un paisaje y pasarlo realmente bien con un grupo de amigos y amigas tomando algo en un bar o en una terraza. Eso lo he podido comprobar en los países nórdicos (Suecia y Noruega), en Alemania, en Francia, en Italia y, por supuesto, también en España. No me pregunten por qué. Hay una y mil razones que pueden explicar este comportamiento pero, a mi modo de ver, hay uno fundamental que, aunque no lo explique todo, puede que sea la raíz del asunto: el clima.

En el Sur, el clima siempre es más benigno. Y que me perdonen, una vez más, mis amigos del otro hemisferio, allí donde las cosas son diferentes. Por eso para aquellos que quieren de verdad pasar unas buenas vacaciones no tienen más que dirigirse al Sur.

Y eso es lo que hacíamos nosotros, me refiero a mis dos hermanas mayores y yo, cuando vivíamos en Granada y llagaba el verano. Teníamos la suerte de que nuestros abuelos maternos vivían en Almería y allí había, y hay, playas en cantidad. Por lo que era habitual que nuestros padres nos enviaran a pasar una temporada con los abuelos, para alegrarles la vida. Y allí, acompañados de nuestras tías menores, que tenían casi la misma edad que mis hermanas, nos íbamos a la playa a disfrutar de los baños de mar. Y por la tarde el paseo, aunque entonces las fuerzas solían dividirse. Mis hermanas salían con mis tías, y yo, casi siempre acompañaba a mi abuelo Paco.

No sé si ya lo he dicho, pero mi abuelo Paco era la persona más divertida que uno pueda imaginarse. En primer lugar era amigo de bromas (inocentes todas ellas) tanto que no era fácil saber cuando hablaba en broma o en serio. Yo más bien creo que siempre hablaba en broma y con él se pasaban unas tardes deliciosas. No sé si se lo he dicho, pero esta cualidad la heredó mi hermano Francisco José. ¡Encantador!

Había estudiado abogacía, aunque creo que apenas llegó a ejercer la profesión y de vez en cuando se encontraba con algún compañero de promoción y se ponían a hablar de sus casos y de sus cosas. Una de las que le preocupaban era cuando al preguntar por tal o cual compañero, le respondían que había fallecido. Entonces se ponía triste y comentaba que ya se estaba quedando solo y que ya le quedaba poco. Yo le animaba diciéndole que él no se quedaría nunca solo, ya que tenía a sus hijas, a sus hijos y a sus nietos y que siempre estaríamos con él para acompañarle. Creo que eso le reconfortaba.

Pues sí, las mañanas en la playa eran deliciosas y para regresar a casa, que el camino era algo cuesta arriba, casi siempre contábamos con la bendita ayuda de un coche de caballos (mejor debo decir coche de caballo, porque solo tenía uno) que, por encargo de mis abuelos o de nuestra tía Carmen, nos devolvía a nuestra casa sin tener que sudar la cuesta.

Sí, me reafirmo en mi idea. El Sur tiene algo especial. Y si no que se lo pregunten a la cantante italiana Raffaella Carrá: “Para hacer bien el amor hay que venir al sur”.