Skip to main content
Publicaciones
Ver en Calaméo    Descarga PDF (12,0 MB)

Eclosión floral de mayo

Mucho se ha hablado y se ha escrito sobre el florido mes de mayo en nuestra querida España, naturalmente, ya que en otras latitudes las cosas pueden ser muy distintas. Si nos vamos al norte, en los países nórdicos, por ejemplo, en el mes de mayo aún no se han disipado del todo las brumas invernales y en el hemisferio sur, según en qué zonas ya se pasa más que calor. Pero nosotros tenemos la suerte de disfrutar de un clima benigno que en este mes de mayo nos presenta uno de los espectáculos más bellos de la naturaleza: la eclosión floral de Mayo.

Mayo es, por antonomasia, el mes de las flores, y no lo digo solo porque los campos y los jardines se llenan de flores sino también porque en este mes se practica además la devoción a la Virgen María de “Las Flores”. Preciosa práctica que se hacía en el seno de muchas familias y en las Iglesias, y que aún hoy, se sigue celebrando. Recuerdan aquel canto: Venid y vamos todos, con flores a María, con flores a porfía, que Madre nuestra es. De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella, más que la luna bella, postrados a tus pies…

Las flores cuestan dinero, como casi todo, pero en este mes de Mayo, se regalan a montones a nuestra Madre la Virgen María. Y no solo las flores del campo, frescas, olorosas, multicolores, deliciosas, flores de tallo largo para poder reunirlas en un jarrón o búcaro y ponerlas a sus pies; sino también las que salen del corazón en forma de preciosas y amables frases, de amor y de cariño, de admiración y de fervor, que salen de nuestra alma y se las dedicamos a la Madre de Jesús y Madre nuestra. Sí, nuestra Madre, pues ya recordáis que estando su Hijo crucificado y a punto de morir, al pie de la cruz estaban su Madre y los Apóstoles y, dirigiéndose a Pedro les dijo: Madre he ahí a tu hijo, Hijo he ahí a tu Madre. Y así nos concedió a todos el bien supremo de ser también hijos de María.

Pero en nuestra querida tierra y más en Andalucía, hay tantas flores que muchos las regalan. Y esto era también lo que sucedía en el seno de nuestra familia cuando vivíamos en La Zubia, pequeño pueblo de la Vega granadina. Allí, en el humilde huerto y jardín de nuestra casa, crecían tantas flores que por más que las regalábamos a la iglesia y a nuestros vecinos y amigos, siempre había más, tantas, que sobraban.

Ahora, aunque ya no tengo huerto, tengo la suerte de tener en mi barrio floristas, casi una en cada esquina, y por eso, al llegar el mes de Mayo, les encargo un gran ramo y con él voy presto a la iglesia para ponerlo a los pies de la imagen de Nuestra Señora. Como pequeño homenaje a la Madre de Dios y Madre nuestra.